22 febrero 2007

¿Rutina?


Rutina. Salí de trabajar y caminé hasta el calor del subte. Cinco estaciones bajo tierra. La parada del colectivo. Mucha gente esperando ese mismo colectivo. La chica vendiendo los boletos en la fila. Mis monedas jugando a las escondidas en mi cartera. Ruido. Cansancio. Espera. Rutina.
La Plata por autopista 13 y 32. "¡Hay asientos!"grita el chofer. Milagro, pienso yo. Camino por el pasillo a la vez que busco mi asiento. Del lado del conductor al fondo, como siempre.
"¿Te molesto?" le pregunte al chico de camisa blanca para que saque su portafolios. Me senté. Saqué el libro de mi cartera y me puse a leer. Mi compañero de viaje también leía.
Subimos a la autopista y se apagaron las luces. Me apené. Pensé que ese momento de lectura compartido había terminado. Él ofreció prender las lucecitas tenues de nuestros asientos. El ruido de la capital había quedado atrás. Las gotitas repicaban en el techo. Las luces se confundían con las de la ruta. Nuestros brazos se rozaban ¿Sin querer? Cambiábamos de página a la par. Lo miraba de reojo. Me intrigaba su lectura. Fantaseaba.
Su brazo derecho pegado a mi izquierdo. Las luces amarillas. La lluvia. El ritmo de nuestras lecturas. Su camisa blanca. Sus manos grandes. Mis fantasías. Ese clima…No, eso no es rutina.

02 enero 2007

¿Dónde está Papá Noel?


Se solicita el paradero de anciano con barba blanca y larga, de contextura física robusta, más bien panzón. Viste un traje invernal (si, invernal) rojo y blanco. Carga una bolsa grande (no, tranquilo, ese tipo de bolsa no). La última vez fue visto de extra en la publicidad de un postre.
Si hay alguien que tenía rating en diciembre era el famoso personaje vestido y promocionado por conocida marca de gaseosa. Querido y esperado por sus regalos. Odiado durante todo el año porque “mira desde el cielo”, y uno no puede golpear al hermanito tranquilo. El tipo al que más cartas le han escrito en todo el mundo, pese a no tener dirección postal.
Durante las fiestas te lo podías cruzar en todos los negocios, plazas y calles. Pese al calor veraniego de diciembre, el tipo estaba estoico haciendole upa a todas las hermosas criaturas que se le colgaban de la barba y lo abrazaban con sus manitos pegoteadas de haber comido anda a saber qué cosa.
Y en la tele, aparecía más que Nazarena Vélez. Todas las publicidades tenían un Papa Noel… aunque sean las de Rentas (Montoya lo hizo). El tipo tenía más laburo que Fabián Gianola hace unos años…
Pero después de diciembre 2006, cabe preguntarse ¿Dónde está Papá Noel? ¿Le habrá caído mal el postrecito o se fue de joda con el franchute bla bla bla y todavía no se les pasa la resaca? ¿Habrá sido el mensaje del compañero Huguito que declaró al viejecito persona no grata por ser de los pagos de Mr. Danger? Es cierto, el viejo es un invento yanqui ¡¿ y qué?! por lo menos este trae regalos, no bombas. Creo que es uno de los pocos yanquis con nivel de popularidad alto en el mundo.
Porque mas allá de la religión o no religión, el regalito lo esperamos todos… es un amor (¿otro?)por interés. Y aunque este año hayamos ligado regalo, más no sea el jabón de lavanda de la tía abuela, no es lo mismo sin él.
El viejo fue una de las primeras ilusiones y, a la vez, una de las primeras desilusiones. El secreto compartido y lección de mentira piadosa. La demostración de que crecer duele, pero el consuelo de estar avivado. Porque como dijo Nico, mi vecinito, con cara de no soy ningún boludo “ya sabemos que Papá Noel no existe”

15 septiembre 2006

Damas escatológicas


Los temas de conversación femeninos son un misterio para el hombre. Más de uno desearía ser mosca y poder escuchar esas confesiones de mujeres no condicionadas por la presencia masculina.
En sus fantasías, seguramente imaginan charlas cargadas de detalles sobre lo que nos gusta de ellos, nuestros más íntimos deseos y las más jugosas u olvidables experiencias sexuales... y están acertados. Entre amigas solemos compartir lo que nos gusta y lo que no, lo que nos tienta y lo que nos espanta.
Sin embargo, hay un tema que es predominante entre féminas. Y, aunque las publicidades allanaron el camino y lo instalaron, muy pocas se animan a compartirlo espontánea y naturalmente con el sexo opuesto. La frecuencia de visitas al baño es un clásico. Cagaste o no cagaste? Esa es la cuestión.
En los viajes es típico porque acostumbrarse al inodoro ajeno es tarea difícil y muchas no quieren ir al baño de Carlitos (como en la tele). Entre excursión y excursión la pregunta clave de las damas es “¿Yyy?”. La preocupación por si la compañera de gremio despidió a sus parientes del interior, es aún más crucial que la de si el flaco que le gusta la llamó o no (y sabemos que eso es casi de vida o muerte en muchos casos). Ahí es donde la charla se convierte en un debate en la que los consejos heredados de la cultura popular (como los masajes, las frutas o la leche) se enfrentan con los pronunciados por las fanáticas del avance de la ciencia, tanto en la elaboración de medicamentos específicos como de chicles y yogures milagrosos.
La cara de angustia de esa mujer que confiesa “a veces iba, a veces no” y parece exagerada en la publicidad, en realidad no lo es. “El tránsito lento” como domingo a la tardecita por Panamericana, es un mal que aqueja a muchas y tema que se comparte cual grupo de autoayuda.
Claro que no con términos tan técnicos como los que aluden al tránsito. Y en la intimidad de la charla hay dos extremos para referirse al tema: las más tímidas que no lo nombran (como si fuera un sacrilegio) y simplemente lo dan a entender; y las que directamente encuentran metáforas de violaciones, por ejemplo, dignas de cacho el camionero (sin ofender).

28 agosto 2006

Adiós amor



Lo esperó en la cama, como tantas noches. La ilusión y las ganas de verlo eran tan intensas como siempre, pero esa no era una cita cualquiera.
Vestía un camisón nuevo, floreado. Su piel lucía más blanca que de costumbre. Nunca usó maquillaje, detestaba sentirse pegoteada por cremas.Esa noche el pañuelo o la peluca, no tenían sentido. Simplemente estaba ahí, pura…esperando.
Él ese día había estado huidizo. Evitó el encuentro. No por desamor, sino todo lo contrario. Esa noche era especial, distinta.
Ella, aunque hubiese deseado tenerlo cerca en todo momento, respetó sus tiempos. Estuvo a la expectativa de su llegada y atenta a cada movimiento a su alrededor. Hizo un esfuerzo muy grande por esperarlo despierta.
Eran ya las 21hs de un día difícil. Su respiración se agitaba cada vez más. Por fin llegó él. Nervioso entró a la habitación. A ella se le iluminaron los ojos al verlo. Estuvieron solos un rato. Se tomaron de la mano y hablaron. Se dieron un beso, duró unos segundos.
Él necesitó salir, no aguantó más y se fue. Salió de esa habitación de hospital llorando. Ella que había estado fuerte hasta ese momento, tampoco aguantó más… y se fue.

19 junio 2006

Mabel, la depiladora


El barrio no es el más paquete de Buenos Aires. Sus calles están superpobladas de ofertas y vendedores ambulantes. Sobre la avenida, una peluquería no desentona con el bajo precio que se anuncia en la vidriera. Entre corte, manos y brushing un anuncio me impactó: Pierna entera, cavado y axilas $12
Justo lo que buscaba! Depilarme sola y no llenar de cera el baño o la ropa que llevo puesta es un partido que asumí imposible de ganar. La depilación, sobre todo en ciertas zonas, requiere precisión. Por eso, desde hace ocho años Norma es quien se encarga de que no me convierta en la versión femenina de Manolito. Ver desastres en rostros ajenos y conocer mis limitaciones me llevó a determinar que $3 mensuales para depilar mis cejas constituyen una inversión en mi autoestima. Y no cambio a Norma, a pesar de que ya hace dos años que no vivo en las misma ciudad. La depiladora para una mujer es como el médico, el psicólogo o la tarotista: generalmente se llega a ellos por recomendación de una voz ‘autorizada’ y es muy difícil que los cambiemos. Las veces que el apuro me llevó a improvisar con otra más cercana, lo lamenté: las cejas no se depilan por manual, no son para todas las mismas, la naturalidad debe ser el lema y, por eso, a cada rostro le corresponde un estilo…(y a mi las superfinas me convierten en un muñeco artificial).
El apuro se relaciona íntimamente con la depilación. Nos acordamos que nuestras piernas se parecen a las del Diego o que la selva misionera está más cerca de lo que pensábamos cuando la situación nos obliga. Una invitación a la pileta o una cita hot nos ponen entre la espada y la pared. Y si bien los cardos pueden ser una medida anticonceptiva alternativa (porque así ni loca te bajás el pantalón), la tentación es más fuerte y la primera impresión es la que cuenta.
Así que apurada y torpe mejor entregarse a manos expertas. En vísperas a una tarde de pileta o tal vez en el backstage de un encuentro amoroso, la conocí a Mabel. Morochita, toda de negro y con los ojos súper maquillados. Ese día estaba enojada porque la clienta anterior a que yo quisiera dejar de ser el Chpulin Cardetti, la insultó porque la cera estaba demasiado caliente. En cada tirón sentí su enojo.
Primero las axilas. La cera tiene la temperatura justa. Y, enseguida, la pregunta temida:¿cavado profundo? Chan! Noo! Admiro con valentía a las peladitas o a las que se dibujan cositas con sus pelos, pero lo mío es sólo versión estándar…normalito.
Mabel tiene una teoría: los pelos son como sus dueños. a los míos los clasificó como rebeldes. Nacen todos distintos, forman remolinos.
Entre pasada y tirón me contaba de su venida del Paraguay y de su separación. Temí que algunos recuerdos la volvieran a sensibilizar, así que hice la Gran Santos y le cambié de tema. Le pregunté si tenía clientes travestis. Para mi envidia me contó que la mayoría de los travestis depilan cada vez menos partes de su cuerpo por el acceso al láser. Para mi sorpresa me confesó la cantidad de clientes varones (no todos ciclistas) que acuden por sus servicios. El metrosexual abunda.
En eso su celular sonó y como en la propaganda esa en la que la mujer esta operando, la llaman y toda enamorada a la pregunta de qué estás haciendo responde “Nada”; Mabel se enganchó en la conversación, se abstrajo del mundo, mientras mi pierna esperaba embadurnada de cera.
Por suerte terminó más rápido de lo que imaginé. Me miró a los ojos y me dijo: “a vos no te duele”. “Es puro orgullo”, le contesté. Entones me confesó que ni loca se depila: sólo maquinita. En casa de herrero, chuchillo de palo.

11 mayo 2006

Piiiisssss


Estás paseando, bailando o cursando y de repente las ganas de hacer pis son más fuertes que las de vivir. No podés aguantar ni un segundo más, ni aunque aprietes las piernas. Rápidamente salís en busca del bendito baño de mujeres.
Para tu sorpresa (esta imagen tan conocida nos muestra que todavía tenemos capacidad de sorpresa) te encontrás con una cola que te aleja por lo menos un metro y medio de la puerta del baño. Te puteas por esperar hasta último momento para saciar ciertas necesidades. Puteas al resto del gremio por hacer más tortuoso el hecho de querer hacer pis en un baño que no es el propio.
Preguntas sin respuestas:¿ por qué para algo que hacemos no menos de cuatro veces por día no le agarramos la mano y tomamos velocidad? ¿Qué corno está haciendo en ese cubículo inmundo llamado box?¿ Estará viva? ¿No se le ocurrirá cagar no?
La cola avanza lentamente y ya sabes vida y obra de las que están adelante y atrás tuyo. Le sacaste el cuero a cada una de las que salió con cara de alivio. Y te arreglaste el pelo cuarenta veces mirándote en el espejo de la pared de enfrente.
Te prometés que no vas a esperar a querer dar la vida por un inodoro para decidir ir al baño, mientras planeás estrategias de toma de baño de hombres con tus nuevas amigas de la cola. Envidiás su anatomía y sus posibilidades de pis fácil. Ves que mientras vos seguis paradita en ese lugar, del de ellos ya entraron y salieron unos cuantos.
Las piernas juntitas y la cara de resignación. Avanzas despacito. Pero llegás. Le prometes a la de atrás ser una experta meona y que no vas a tardar tanto ... como las otras malditas perras, pensás.
Ahí estás. Primer imagen inodoro inmundo, a su derecha tarro de basura rebalsando de papel higiénico y toallitas usadas. La puerta no cierra. Y el piquito para colgar la cartera ya no está ( si es que alguna vez hubo). Así que con una mano agarras la puerta, te colgás la cartera en la boca, con la mano que te queda te bajás el pantalón. Te agachas sin apoyarte porque anda saber qué bichos te pescas. Y en esa posición divina, envidiada por cualquier yoguista, meditás porque justo que estás ahi no podés. Te inspirás con las declaraciones de amor, puteadas y frases celebres (¿?) de la puerta...no hay caso. ¡¡¡Hasta que por fin el chorrito!!!
Alivio. Aún con la cartera en la boca, te vestís. Salís con cara de ganadora y misión cumplida.

31 marzo 2006

Volvió una noche, no lo esperaba

Un día lo que habíamos empezado hacía un mes, se terminó. Y me dolió mucho. No sólo por la forma, sino porque en ese mes me di cuenta de lo que esperaba de alguien que estuviera a mi lado. Descubrí lo grande de los gestos simples y redescubrí lo lindo de compartir mis cosas con otro. Me deje cuidar y mimar.
Todas las personas que se cruzan en nuestro camino aparecen por algo, nos enseñan, nos marcan. El no fue la excepción. Me ayudó a orientar mi búsqueda y afilar mis criterios de selección.
Unos cuantos meses después, me encontré con sus amigos en ese mismo bar donde nos habíamos conocido. Se sentaron en mi mesa. Me dijeron que justo él no había querido ir. Uno de ellos le mando un mensaje de texto avisándole que estaba yo. Después, dijo que no creía que fuera a venir porque ya estaba durmiendo , eran las 2 am de un miércoles.
Para sorpresa de todos al rato cayó en el bar. Vestía una camisa, el pelo impecable y una cara de dormido que daba ternura. Me conmovió su gesto, su aparición. Quise disimularlo, pero no fue por mucho tiempo.
De ahí nos fuimos todos a mi departamento, éramos ocho. El se sentó en mi puf. Charlábamos de la vida. Nos reímos mucho. Fue divertido. Algunos empezaron a irse, quedamos cuatro (que casualidad dos parejitas). Su amigo dijo ¨y ustedes para cuando un beso¨. Lo ignoré. Pero la charla con el muchacho se fue haciendo mas íntima. Le pregunté porque había terminado todo de ese modo… no dijo nada. Le pregunté por qué estaba ahí ¨porque me gustas¨, dijo.
Nos dimos un beso y otros más. Nos abrazamos. Y así nos dormimos, mitad en el puf, mitad en el piso. Despertarme y verlo me sacudió. Se despertó y me abrazo, como aquella primera vez que dormimos juntos.
Esas dos semanas salimos un par de veces, siempre con sus amigos y los míos. Y cada noche terminaba con nosotros vestidos durmiendo en el puf. También, vino a mi cumpleaños y me encantó. Se sentó ceca mió y estuvo pendiente de cada uno de mis gestos. Y yo de los de él. Fue un lindo reencuentro. Nos reíamos juntos y delante de todos nos hacíamos un mimo o él sacaba una anécdota de nuestro corto pero lindo pasado.
Un sábado a la tarde nos despedimos con un ¨hablamos¨. Un lunes quise materializar esa promesa. Sin esperar un gesto de él, lo llamé. Ensayé mil veces que le diría, diferentes propuestas y tonos de voz. Marqué su teléfono. Me atendió raro. Todo lo que había ensayado no sirvió de nada:
_Donde estas
_En lo de mi novia

24 febrero 2006

Paradoja

Recién nos habíamos conocido. Y ahí estábamos los cuatro en el bar, charlando. Las cervezas eran las compañeras de la noche. Uno de ellos contó una anécdota y la remató con una frase que aún suena en mi cabeza: “Mi lado femenino, es mi peor parte”.
Su lado femenino era la histeria, la pura histeria. Algo que aparentemente había sufrido, pero finalmente adoptado.
Me sacudió. No dije nada. Pensé: ¿Y mi lado masculino? Si, ahí está. También copié esas cosas que me lastimaron. Las veo y las uso. Las aplico con la misma especie de las que las tomé. Legitimo eso que critico, que me lastima. Reproduzco aquello de lo que me quejo.
Estrategia de supervivencia. Extraño mecanismo de defensa ¿o ataque? ¿Filosofía de vida? ¿Venganza?

09 febrero 2006

Gracias a las cucarachas!

Hacía rato que había sonado el despertador. Pero la fiaca fue más fuerte. No había nada más tentador que seguir en la camita. El timbre sonó dos veces. Sabía que la administración había pautado la fumigación para ese día. Bajé la escalera, me vestí con lo que encontré a la vez que gritaba “Ya vaaa”.
Abrí la puerta. Me sorprendí. El fumigador no era el señor Juvenal que cada vez que viene me cuenta las historias de sus nietos, sino un bombonazo ¿Sería el nieto más grande?
Mi pelo era un desastre, mi cara de dormida me delataba. Impresentable. El pasó y empezó por el baño, siguió por la cocina y después por cada lugar que le fui indicando.
Mientras mataba a mis mascotas involuntarias, charlábamos. Era alto, ojos café y una sonrisa que lo iluminaba... daban ganas de contarle un chiste a cada rato, solo por verlo reír.
_¿Sos de GEBA?, me dijo por la camisetita que cuelga del cordel de la cocina.
_No, de Gimnasia de La Plata, del Lobo... que porteño!, le dije
Y otra vez se río. También me preguntó por mi profesión y mi laburo.
_ Menos mal que viniste, me había quedado dormida
_ ¿Llegás tarde?
_No hay problema
Terminó su trabajo. Lo acompañé hasta la puerta y se fue. Suspiré, me encantó el fumigador. Pero lel sentido de la realidad volvió a mi. Me apuré a bañarme, cambiarme y salir rumbo al trabajo.
En el camino, mientras esperaba que cambie el semáforo para cruzar, vi que a mi lado había un chico: era él. Íbamos en el mismo sentido. Me recordé que las casualidades no existen y me obligué a no dejar pasar la oportunidad:
_Vos sos el fumigador
_ Y vos la periodista ( creo que es una de las pocas veces que no contradije a alguien con el tema).
Caminamos cuatro cuadras charlando, haciendo chistes y riendo. Me contó algunas de sus cosas. Tenía paso largo y apurado. Yo lo que menos tenía era apuro. Azcuénaga era la calle de la despedida. Llegamos. Me miró y con una sonrisa me dijo: “Hasta el mes que viene señorita”.

02 febrero 2006

Sueño de una madrugada de verano

La imagen era conocida, cotidiana. El dormía la siesta en la casa de verano de mis viejos. Fui a despertarlo. Algo diferente pasó. Extendió sus brazos y me esperó en la cama. Sonreí, extendí mis brazos y me recosté a su lado. Le di un pico, me devolvió un beso apasionado. La emoción de ese beso, tan deseado, tan esperado, me despertó. Sobresaltada miré el reloj 5:45 am. Me lamenté al darme cuenta que fue un sueño, solo un sueño.
Extrañamente mi reloj se paró, no sé si es una señal o una paradoja, pero sólo marca las 5:45.

10 enero 2006

Esas extrañas parejas

Hay parejas y parejas. Cada relación es un mundo. Y uno desde afuera a veces puede entender realmente muy poco. Es que el pacto es entre dos, hay códigos y formas de relacionarse, diferentes formas de estar juntos.
Ver algunas parejas, me hace agradecer estar sola. Y caigo en la cuenta de que esto no es sólo azar. En gran parte los que y los cómo son elecciones nuestras, a veces muy inconscientes. El hecho de estar sola, tiene que ver también con una decisión: no estar con cualquiera, a cualquier precio, sólo por llenar el casillero “novio”.
Un fulano me hizo pensar mucho hoy. Resulta que él está en pareja desde hace cuatro años con alguien al que históricamente le fue infiel. Pero no infiel de “caí en la tentación”. No, él es sistemáticamente infiel y es capaz de mantener relaciones paralelas (aunque sólo sean para sexo), a lo largo del tiempo.
Este fulano tiene una doble vida, pero va más allá de la infidelidad. El oculta en gran parte quién es, qué piensa, qué desea. Es como que forma un personaje para su novia, para la persona con la cual convive. Así él se esconde y se disfraza ante la persona con la que sueña (¿?) formar una familia. Ella no conoce cosas de su vida cotidiana, como el porrito que prende cuando sale del trabajo, por ejemplo. Pero tampoco conoce sus formas de sentir placer en la cama… que pueden no ser muy ortodoxas, pero que Alexandra (la sexóloga) recomendaría. Hasta algunos amigos le esconde, porque no son de los presentables.
Y en su disfraz de novio banca cosas que realmente no tienen nada que ver con él, como las vacaciones en el UFO Point (no en Pinamar, en el UFO ehhh). Y hasta llegó a acompañarla en una decisión difícil para los dos, pero priorizando lo que ella quería y lo que a ella y a su carrera le convenían…por más que eso lo torture de por vida.
También está mi amigo X, que hace ya un año que sale con una muchacha, con la que todavía no sabe bien qué hace. Cuando alguien le pregunta como marcha la relación, él larga un mísero y lastimoso “Y… ahí andamos…que se yo”. Entre mates confesó que en realidad está con ella porque es una chica para casarse: seria, no anda en la joda, buenita… pero en realidad no la quiere, no lo excita, no lo hace soñar.Cuando escuché esto, me acordé de mi última relación. Estoy convencida de que él no se animó a dejarme porque íbamos a casarnos y ese era el casillero que a él le interesaba llenar. Creo que haría un tiempo que yo no le provocaba lo de antes, ni siquiera algo nuevo e interesante. Yo terminé la relación y al tiempo el completó el casillero y pasó a jugar para el lado de los casados.
No importa quién, el rol toma preponderancia por sobre la persona. Hacía un tiempo decía “Quiero un novio…”, que no es lo mismo que decir “Me interesa esa persona, la paso bien cuando estamos juntos, me gusta compartir mi vida… me gustaría que nos pusiéramos de novio”.
¿De qué sirve completar el casillero con un tilde que sólo habla de un rol socialmente estipulado y no realmente de un deseo? ¿Qué sentido tiene renegar de lo que uno es, siente, piensa y desea, sólo por mantener al otro a nuestro lado? ¿Por qué aguantar una situación que no nos hace feliz, sólo para cumplir con metas impuestas por otros o por miedo a no poder conseguir otra cosa (como si solo fuera cuestión de tener algo)?
Para mi eso no tiene sentido, uno tiene que apostar por lo que desea y jugarse por lo que siente. Animarse a estar solo ( o con uno mismo) y no esperar que otro lo llene o solo tildar en el casillero correcto (¿?). Sigo convencido: Mejor sola que mal acompañada

04 enero 2006

Si, son tetas

“Mamitaaaa ¡¿Sabes como me pierdo ahii?!!”, “Que par de tetas bombón”, “Adiós sospechosa”. Algunos de los piropos (¿?) publicables. Es que ellas ahí van, al frente, abriendo camino, saliéndose por la ropa, moviéndose al caminar. Llaman la atención y mucho. Son claustrofóbicas y no aguantan el encierro, son como un pibe de la cuarta que lo pusieron en el banco y solo quiere salir a la cancha.
A veces se vuelve incomodo llevarlas, porque por más que una no se acompleje, hay ocasiones que ponen colorado hasta al Negro Murkeño (no se me ocurre como se pone colorado un negro, y este es famoso). Al portero de tu casa, al pibe del boliche, al cana al que le preguntaste la calle, se les escapa la mirada para el sur cuando hablan …“ Señor, que esa no es mi cara”, dan ganas de decirle. En espacios multitudinarios, donde no cabe un alfiler (como la cancha o el boliche) es complicado no chocarse a alguien de un tetazo.
O el típico escape público, cual pedo de ensalada del mediodía. Anécdotas únicas ( por suerte!) como el día que mi hermana y yo salimos de la pileta para ir al buffet y en el camino nos cruzamos con una banda de chicas y chicos que me miraban. Mi hermana antes de prepotearlos me miró y descubrió la razón de las miradas: tenía toda la teta derecha al aire.
O peor el día que tomándole recuperatorio oral a un pibe este año en la Facu., frente a frente, separados por un escritorio, solos en el aula ( todas las condiciones para película porno, sobre todo por la fantasía alumno- profesor) vi que el botón de mi camisa había explotado. Sí justo el que está a la altura del corazón…Chan! ( ni contarles que aprobó enseguida}
…Y hasta la remerita mas insulsita queda “obsena” si sos tetona. Una amiga (más voluminosa) siempre se las tapa, va caminando con una carpetita, una agenda, una campera y siempre encorvada… las tetas igual están y el baboso las detecta aunque estés con sotana. Yo las llevo como puedo, con tanto complejo a disposición no me voy a preocupar por las tetas, cuantas gastan fortunas en unas artificiales y a mi me vinieron en el combo del pecado original.
Claro que tienen momentos estelares, sobre todo en la vida privada. Ahí se vuelven más protagonistas, “dos buenas razones” (como decía la publicidad) como para activar la imaginación. O para poner a prueba que hay algunos que no entienden como relacionarse con el cuerpo femenino y lo tratan de asociar con lo conocido: asi “juegan” con el clítoris como si fuese un fliper o con las lolas como si fuesen esas pelotas que sacan el stress y te las estrujan. Chan!
Todo esto viene porque el sábado de año nuevo, mis tetas se sintieron más que observadas y yo más que avergonzada. Y eso que estaban bastante guardaditas. En un momento dos chicos se pararon adelante mío y se hicieron un comentario, demasiado alevoso. Los miré y señalándomelas les dije “Si, tetas son chicos, tetas”

23 diciembre 2005

¿Navidades eran las de antes?

La casa de los abuelos era el centro de reunión. Si estaba lindo en el patio, sino en el comedor. Con mi hermana llegábamos temprano, para calmar la ansiedad y “ayudar” a la abuela. De a poco la casa se iba llenando. Éramos más de treinta personas: los tíos y primos que venían desde la costa, los tíos abuelos y primos segundos que veíamos una vez por año, la bisabuela… no faltaba nadie. Muchos personajes:
La tía Tona que ante la pregunta de cómo andas te respondía con su vozarrón: “Para la mierda” y una que sólo había preguntado por preguntar, como para charlar de algo, no sabía dónde meterse.
La tía chichita que no paraba de hablar un segundo con su voz de pito y siempre estaba parada en el medio del paso
Doña Paulina que era sorda, viejita pero no paraba de comer.
Los abuelos que eran los anfitriones y organizadores, no se les escapaba detalle
El marido de Roxana al que bautizamos “Gitano” por todos los “oros” que tenía colgando.
Y así podríamos seguir describiendo a cada uno de los invitados.
Hacía un tiempo que en navidad se comían diferentes tipos de sándwiches, la abuela se había sumado a la moda autoservicio. Lo mejor era cuando en la mesa se empezaban a servir las garrapiñadas (que especialmente compraba la abuela para mí), las avellanas y turrones… eso avisaba que la hora de abrir regalos se acercaba.
Creo que nunca preguntamos la hora tantas veces como los 24. Las primas segundas nos tenían mirando el cielo para ver llegar el helicóptero de Papá Noel al hipódromo, (verán que la versión navideña de mi familia era muy moderna, nada de renos ni chimeneas).
En eso alguien empezaba a gritar desaforado para que salgamos a la puerta a recibir a Papá Noel. Allá venía caminando a media cuadra, haciendo sonar una campana y cargando una bolsa de regalos enorme. A veces eran más bolsas y mi tía siempre estaba ahí para ayudarlo. Su Jo! Jo! Jo! emocionaba. Mis primos más chicos se asustaban y no paraban de llorar. A mí siempre me ponía nerviosa cuando se acercaba.
Papá Noel se sentaba en una punta para que todos pudiéramos verlo. La tía le iba pasando los regalos y él llamaba al que le tocaba. Nunca me voy a olvidar el día que mi hermana se peleó con él porque ya habían pasado más de 20 minutos de repartija de regalos y a ella no le había tocado ninguno. O el día que Papá Noel le dijo a mi primo que él habría querido traerle una bicicleta, pero que se había portado muy mal con la perra y entonces se había arrepentido, tenían que ver como se le fue la sonrisa al nene.
A nosotras ( mi hermana , mi prima y yo)algunos de regalos nos tocaban en diferentes colores. Lo mismo les pasaba a los varones
¡Qué lindo que era abrir los paquetitos! Desde que Papa Noel se iba hasta el 25 a la tarde no se hablaba de otra cosa que no fueran los regalos, al menos los chicos. Los grandes siempre terminaban a los gritos peleando por política.
Un día me pareció muy rara la navidad, Papá Noel y los regalos. Papá Noel se parecía mucho a mi tío, que justo no aparecía por ningún lado. Al rato me lo crucé en la cocina y sin dudar le pregunté:
_Tío ¿Vos sos Papá Noel?
_ No sé, preguntale a tu mamá
¡Qué desilusión! A partir de ahí la magia de la navidad se fue empezando a perder. Y cada vez más. Hoy no nos juntamos todos en lo de mis abuelos, incluso la casa está abandonada. Hoy ni mi mamá ni mi tío se disfrazan de Papá Noel, estamos todos muy grandes como para eso. Ya nadie viaja desde la costa para pasarla todos juntos. Nosotros nos juntamos con los amigos de mis viejos y sus hijos. Los regalos los abrimos a la tardecita, antes de ir a la cena.
Sin embargo, estoy muy contenta de festejar navidad con mis papás, con mi hermana, con regalarnos algo todos, con esperar que lleguen las 12 para brindar todos juntos. Y sobre todo estoy muy agradecida por disfrutar el recuerdo de tan lindas navidades, por recordar con cuánto amor nos agasajaban mis viejos, mis tíos y mis abuelos.
Navidades no eran sólo las de antes. Esta y cada una de las que vengan serán especiales, por diferentes motivos. La tristeza no tiene cabida, aunque por ahí si la nostalgia de costumbres que se transforman y de personas que están de otra manera con nosotros.

Pd: Quiero desearles a todos una Feliz Navidad
y muchas Noches Buenas!!!!!!!!!!!!

20 diciembre 2005

Todo Gira

El sábado vi materializado mi crecimiento en un cambio de actitud, en una reacción. Sé que en otro momento hubiese respondido impulsivamente, tal vez con un golpe, tal vez con un insulto.
Ella no era su novia, aunque estaban de vez en cuando. El estuvo conmigo toda la noche: bailamos, charlamos, nos encontrábamos en cada rincón del boliche. No esperaba que fuera así. Me sentí muy halagada, porque me gusta (lo poco que conozco de él). Aunque no le mostré tanto interés.
El se fue al baño y yo me quedé con el grupo de amigos en común. Ella, que no me había hablado en toda la noche, se me acercó. Me miró a los ojos, penetrante. Al oído me amenazó: “Si no te alejás de él, te pego”. La miré y le sonreí. No la insulté, no le pegué, no reaccioné como lo hubiese hecho en otros tiempos, tampoco como ella esperaba.El volvió del baño. Me acerqué, nos hablamos al oído, nos reímos, bailamos y otra vez nos fuimos a la barra. No le dije una palabra de lo que ella me sentenció. Me sentí felizmente maldita, aunque sólo hice lo que sentí: jugar a la conquista con el hombre que me gusta.

15 diciembre 2005

Misión Cumplida

Cuando entré a la facultad nunca sospeché que lo que más me costaría de la carrera sería tramitar el título. La licenciatura la terminé en muy buen tiempo. Sin embargo tramitar el título que me acredita como profesional, me demandó dos años. Para mi psicóloga la burocracia es sólo una excusa. Es cierto, me costó mucho asumir que ya soy profesional y decidir cómo quiero continuar con mi desarrollo.
El martes me entregaron el título por la ventanilla del Departamento de Alumnos, así sin jurar, sin siquiera una bolsita para ponerlo. No hubo cámaras, ni abrazos. Pero si el alivio y la alegría de haber cerrado, por fin, una etapa.

13 diciembre 2005

Tal vez lo recuerden de películas como...

Lo conocí en una de esas fiestas top que hemos importado: San Patricio. Fiesta que no tiene nada que ver con nuestra cultura y costumbres, pero que se transforma en una buena excusa para encontrarnos a compartir unas birras en los news irish pubs que supimos concebir.
Este bar es uno de los más chic de la ciudad en la que nací. Allí la gente bien se pasea con sus atuendos y peinados acordes al último grito de la moda. Nosotros también solemos frecuentar estos lugares, solemos pulular por todos lados. Jugamos a ser y a no ser.
Ahí estaba él esa noche, en medio de gente con mucha y costosa producción, con una camisa violeta a rombos y unos anteojos que no tenían vidrio. Fue amor a primera vista. Me encantó su sentido del ridículo. Era alto, de pelo castaño y ojos chiquitos, no un sex symbol, pero si alguien que de común sólo tenía la cara.
Se me acercó a hablar. Me pareció un delirante, me hizo reír un montón. Se hacía llamar como el personaje de "Los Simpson": Troy Mc Lure. Se preocupó porque su amigo italiano pegara onda conmigo y hasta procuró que éste se llevara mi e-mail como trofeo de guerra. Para esto salió en busca de algo para anotar. Volvió con un lápiz partido por la mitad y un trozo de papel.
Al día siguiente revisé mi casilla. Tenía un mail que decía “Hola! Tal vez no te acuerdes de mi, anoche hablamos 2 minutos 15 segundos, en realidad eso es lo que hablaste con mi amigo, el tano, pero yo me quedé con tu mail”
Me rompió el corazón. A partir de ahí nos lanzamos al juego de la conquista...del histeriqueo dirán muchos. Si bien vivíamos en ciudades diferentes, intentábamos vernos casi todos los fines de semana y algún que otro día el se venía a buscarme al trabajo. Salíamos a recorrer la ciudad como dos turistas que se asombran de todo, que se entusiasman con todo.
El beso no llegaba, pero cada vez estábamos más cerca. Un sábado, después de cuatro meses de conocernos, nos llamamos en medio de la noche. Estábamos a una cuadra de distancia, él con su amigo y yo con el mío. Nos vimos los cuatro, nos matamos de risa. Mi candidato apareció con un tapado de piel negro, fiel a su estilo excéntrico. Nuestros amigos se comportaron hicieron honor a esa palabra y nos dejaron solos. Nos fuimos en el auto, me dejó manejar y todo. Nuestro destino fue su quinta, fuera de la ciudad. Estaba casi todo dicho.
Era una mañana, ya, de frío. La casa de la quinta era muy chica. Tenía grandes ventanales que dejaban ver el amanecer en el parque. Pusimos un sofá delante de la estufa y nos tapamos con una mantita. Para mi, eso era como la versión invernal de “ Laguna Azul”.En el silloncito nuestras manos se encontraron. Nos acariciamos. Hasta que nuestras bocas, quisieron imitarlas. Estábamos a punto de darnos el primer beso, el más deseado, el más esperado. Yo había cerrado los ojos y me disponía a disfrutarlo. El rompió todos mis sueños: “ Soy muy histerico”, dijo.

11 diciembre 2005

Invitación Vencida

Sábado a la noche en una disco gay de mi ciudad natal, mi amigo y yo nos movíamos al ritmo de Like a Virgen de Maddona. Desde hace un tiempo solemos frecuentar ese tipo de boliches, siempre digo que es porque ahí puedo bailar libremente sin el acoso masculino y la presión de la conquista. Aunque otro de mis amigos tiene la teoría de que en realidad sólo me escondo por miedo y que cuando no voy a bailar a boliches gays, salgo con casi todos amigos varones como para que no se me acerque nadie.
La cuestión es que esa noche estaba ahí haciendo una de las cosas que más me gustan: bailar, dejarme llevar por la música, payasear. Hasta que alguien toco mi hombro. Era un chico, pensé que me venía a preguntar por el bombón de mi amigo. Me sorprendió cuando dijo “¿Vos sos Julia?” Chan! “¿No te acordás de mi? Hace dos años, en octubre de 2003, te vi en el cumpleaños de Martín, tenías una remera negra y u cinturón celeste, te quise invitar a bailar y no me animé ¿Querés bailar conmigo ahora?”
Ante semejante declaración no supe si sentirme halagada o totalmente harta del miedo y las vueltas de los hombres.

08 diciembre 2005

Enemiga

De anoche sólo me quedan algunas imágenes y un mareo. Las imágenes evidencian todo lo que olvidé. El mareo, todo lo que tomé. Quise ahogar en alchool la tristeza, quise esconderla de los demás. Desde que llegué a la fiesta me disfracé y saqué un personaje eufórico y nefasto. Temí que mis ojos hinchados del llanto de la tarde, me delataran.
No fue una buena elección, sólo me lastimé más y me expuse demasiado. Y justo en la fiesta de fin de año del trabajo. Y justo el mismo día en que casi renuncio a ese trabajo y estallé en crisis ¡Mala combinación!
Hoy guardo una fea sensación de arrepentimiento, de dolor por ser mi propia enemiga. No me preocupa tanto lo que puedan decir los demás, sino el nivel de autodestrucción de anoche. Otra vez al límite, otra vez contra mi. Quiero recordar lo que pasó ayer, quiero reconstruir la noche y saber de qué fui capaz. Quiero recordar siempre este 7 de diciembre y aprender de él. Quiero que cuando la sensación de mareo y de alchool recorriendo mi cuerpo se hayan ido, quede el aprendizaje, el valor de la experiencia.

06 diciembre 2005

Al límite

El género, aunque nunca puro, es el género. Para mí lo que vale es el estilo, nuestro sello, con el que marcamos la diferencia y ponemos nuestro toque personal a todo.
Y ese todo incluye no sólo la manera de peinar y de vestir, sino hasta lo que parece el más mínimo detalle. Es mucho más que una pose, es nuestra manera de actuar, estar y ser.
Algunos podrán llamarlo conducta, otros lógicas de comportamiento, otros prefieren el sentido común (que no es el más común de todos) y hablan de personalidad.
La cuestión es que todos lo tenemos. Auch ¿lo o los?. Mmm me inclino por los, aunque seguro debe haber alguno que se destaque más en un momento que en otro de nuestros días o de nuestras vidas y que hasta los demás puedan reconocerlos.
También hay estilos que nos llevan por caminos que no queremos recorrer, o por lo menos de maneras en que no lo queremos hacer. Descubrí cuál es ese estilo que me complica. Me cayeron las fichas ¿Y Ahora? ¿Podré?

27 noviembre 2005

Doña Clotilde y Don Salvador

Nos costó mucho llegar hasta allí. La calle no figura en el mapa, como todo asentamiento. El chofer se quejaba porque los pozos golpeaban al auto recién lavado, brillante. Es cierto, no era una autopista, pero mirar alrededor bastaba para saber que toda queja era de lleno.
Unos nenes jugaban a las bolitas. Una mujer lavaba ropa en una palangana delante de la bomba de agua. Le preguntamos por el comedor de Don Salvador. Fue la única forma de encontrarlo.
Llegamos un ratito antes de la merienda. En el patio de entrada estaban Salvador y Clotilde. Los dos viejitos, canosos y muy flacos. Ella remendaba unas sábanas. El le cebaba mate.
Me presenté. Don Salvador me mostró el lugar y me contó cómo estaba el comedor. Me llevó a la cocina para que vea las ollas en las que se estaba calentando la leche y los panes cortados, con dulce.
Clotilde vivía ahí nomás de la casa de Salvador. El barrio era muy pobre, las casitas bajas, de chapa y cartón. En las puertas un par de tarros y los perros flacos de pelos duros dormían la siesta.
La casa de Salvador es una Iglesia Evangelista, muy chiquita. El salón tiene unos bancos de madera frente al Altar. El lugar es muy oscuro, no entra la luz del sol.
Clotilde cosía, observaba sin decir nada. En un momento en que Salvador se fue, me dijo: “Querida, usted que es del Ministerio…”. Temblé: me asusta cuando algo empieza así, sé que no puedo solucionar mucho. Me angustié: A doña Clotilde la habían asaltado hacía un par de días, habían destrozado el rancho y hasta la frazada se le habían llevado.
El chofer había bajado conmigo. Escuchó cada una de las palabras de la viejita, vio su cara de dolor…vio. Tal vez en ese momento los golpes y el barro en el auto cobraron verdadera dimensión. Ojalá.
Tragué saliva. Respiré hondo. Estaba conmovida…por todo. Se sumó Salvador a la conversación y aportó más detalles. Contó que doña Clotilde, que al día siguiente cumplía 80 años, no cobraba ni la pensión mínima, pese a que cumple con los requisitos. Me ofrecí a tomar los datos y pasarlo a quien pudiera resolverlo.
Se hicieron las cuatro y los chicos del barrio empezaron a llegar. Como el comedor era tan precario, funcionaba con modalidad viandas. Salvador servía la leche en botellas de plástico y entregaba los panes en las bolsitas que traían. Esa imagen la conocía y todavía moviliza (por suerte no estoy inmunizada contra estas cosas). Aunque esta vez había algo diferente que lo hacía especial: los chicos y algunas mamás lo llamaban “Abuelo”.
Cuando terminó la merienda Salvador fue a llevarle la vianda a un hombre enfermo del barrio. El chofer, que estaba realmente conmovido, se puso a charlar con Doña Clotilde. Con picardía le preguntó que relación tenían. La respuesta fue puro amor: “Somos novios. Cuando tengamos plata, nos vamos a casar”.

25 noviembre 2005

Costumbres argentinas que...

Anoche se recibió mi amigo Andy, ahora el Licenciado Andy. En las escalinatas de la facultad esperábamos que salga de rendir el último oral. Los padres, los abuelos y tíos habían viajado desde su pueblo natal, en ese viaje se colaron dos amigos que quedaron por aquellos pagos y que tampoco querían perderse semejante acontecimiento. También estábamos los de acá, los amigos de esta nueva etapa capitalina. Todos con la misma alegría y la misma ansiedad.
Esperamos cerca de una hora, pero pareció más. En un rincón estaban las municiones: polenta, yerba, huevos, harina, agua, puré de tomates, arena, papel picado. Hasta un racimo de globos había para los festejos.
El no sospechaba lo que le esperaba. Organizamos todo sorpresa. Así que la emoción era mayor por la adrenalina que genera sorprender a alguien. Con cada persona parecida a él nos entusiasmábamos... pero no, había que esperar otro poco más.
En un momento un nene se acercó pidiendo una moneda. Miró hacia el rincón convertido en deposito de “armamentos” y dijo “¿Esa comida la van a tirar?” Sus palabras me sacudieron, me dolieron, me atravesaron como puñal. Uno de nosotros dijo “lo que pasa es que es comida que está fea, por eso la tiramos”. La mentira nos hizo sentir menos culpables...
Increíble: en un país donde la mayor parte de la población está por debajo de la línea de pobreza, nosotros festejamos (¿?) tirando comida. Me pregunté cómo habíamos empezado con este ritual de egreso ¿Qué momento de país nos permitía festejar tirando comida sin sentir culpa? Seguramente este no.
Enseguida me acordé de los casamientos por civil, en el que a los novios al salir les llueven granos de arroz. Más de uno los querría en su olla...
No estoy en contra del ritual del enchastre, al contrario, me encanta. Recuerdo lo divertido que fue bañar de mugre a cada uno de mis amigos. Recuerdo mi recibida, terminé en bikini y llena de tempera, comida, vinagre, vino tinto y otras yerbas. La foto es imperdible y el momento imborrable.
Pero tal vez es hora de repensar algunos festejos y adaptarlos a nuestros tiempos. En vez de comida que resulta pecaminoso en esta coyuntura probemos con: bosta, barro, agua, hojas secas, papel picado, cucarachas muertas...

24 noviembre 2005

El que juega con fuego...

Dicen que no hay que jugar con fuego y es verdad, hay más riesgos de salir quemado. Pero hay veces que uno se deja caer en la tentación y el juego se vuelve irresistible. Hay una luz interna que se enciende pero no la vemos. Una sirena chilla aunque sorda para nuestros oídos. No queremos ni ver ni escuchar que nos estamos arriesgando. Lo hacemos. Inventamos mil excusas para hacerlo. Pero esa sensación de peligro puede resultar hasta estimulante.Le pedí un favor al diablo. Estoy jugando con fuego ¿Será otra de esas pruebas o es sólo una vía para luchar contra la vida tranquila?

17 noviembre 2005

La prueba

El celular sonó. Era un mensajito de texto: “Estoy en la puerta”. Sabía que iba a llegar, pero me puse nerviosa. Estaba lista, solo agarre la cartera y bajé. La imagen me resultó conocida: el auto blanco con las luces encendidas y él saludando desde su interior. Me remontó a otras épocas…
Subí, saludé, suspiré ( ¿de nostalgia?). Salimos a recorrer la ciudad, como en “los viejos tiempos”. Hacía dos años que no nos veíamos, aunque nunca hayamos perdido contacto. Durante ese tiempo se ocupó de llamar y escribir con una frecuencia estudiada. Durante ese tiempo me ocupé de de esquivar el encuentro. No es tonto, sabía que lo evitaba. Pero hay personas que tienen constancia y que saben cómo entrar. Estudian al otro, no se espantan fácilmente y saben lo que quieren.
Nunca fui de esquivar, al menos no concientemente. Así que un día me animé “Mirá, todo bien, pero a mi no me da para que pase algo” exclame por teléfono. El respondió con tono amistoso, si de pseudo amigo. Parece que las cosas estaban “claras”, que ahora éramos amigos y yo no me había enterado.
Mi “nuevo amigo” es alguien con quien salí cuatro meses. Con quien me ilusioné de formar algo a pesar de que él ya tenía pareja. Ojo, lo supe desde un primer momento. Pero en aquella época no me importó jugar de suplente. Y, además, ciertas condiciones (su pareja vivía en otra ciudad) me ayudaban a creer que jugaba en primera. Me animé a ver las cosas como eran y a asumir que no coincidían con lo que buscaba… terminamos.
Y ahí estaba, sentada en el auto…otra vez. Después de tanto cintureo, había aceptado. Suelo encariñarme con la gente y al cabo de un tiempo la extraño. Pero creo que esa noche estaba ahí para probarme. Ya había superado varias pruebas con él: terminar, no aceptar durante dos años una salida, no llamarlo… Esta era una mayor.
Paramos en un bar. La noche parecía de verano. Nos sentamos en una de las mesitas de la vereda y compartimos una cerveza. Charlamos. Reímos. Nos miramos. Recordamos aquellas tardes, aquellas noches. Anécdotas de los dos. Escapadas.
Me invitó a conocer su departamento. Si, en el que vivía con su pareja. Las casualidades de la vida: los dos nos mudamos a la misma ciudad. Rechacé la invitación. Me recordó que éramos “amigos”. Otra vez el cintureo.
La noche avanzó. Entre copas dijo: “Qué buena química teníamos” y empezó a argumentar su afirmación, ejemplificó con recuerdos de nuestros encuentros. Yo los tenía presentes, me caracterizo por ser memoriosa. La cosa se acaloraba ( ¿o era yo?).
“Voy al baño” dije. Aunque parezca que huí, de verdad tenía ganas. Cuando volví, charlamos otro rato. Apuré mi último trago de cerveza y di por terminada la noche. Me llevó hasta casa. Me abrazó al saludarme, lo abracé rápido y me bajé.
Cuando me acosté en mi cama sonreí. “Prueba superada”. Pensé muchas cosas: en su pareja, en las parejas, en el amor y los desamores…Me dormí. Si se pudiera elegir qué soñar, hubiese aprovechado a malcriar a mis ratones.

10 noviembre 2005

yy???

Entré con una amiga a un local de ropa de la ciudad de las diagonales, donde nací. Mientras revolvíamos canastos de promociones y pasábamos perchas con remeritas, se nos acercó la vendedora. Cuando la miré para contestar con un “solo mirábamos, gracias” a su “Hola chicas ¿Las puedo ayudar en algo?”; vi que había sido compañera mía en uno de los talleres de primer año de la facultad.
Después de las clásicas preguntas de reconocimiento de personas que hace mucho tiempo que no se ven, llegó una que me desestabilizó: “¿Seguís de novia?”. Cuánto tiempo hacía que no me preguntaban eso, hasta me había olvidado que esa palabra había estado asociada a mi alguna vez.
Últimamente cualquier conversación que mantengo con alguien ( sea conocido o no, lo vea seguido o no) contiene preguntas como: “¿Y estás de novia?” “¿Conseguiste novio?” o, la peor “¿Seguís sola?” Cada una de ellas tiene un sentido diferente para mi. La primera es como más inocente, sólo exploratoria. La segunda me hace asociar al novio con algún tipo de objeto capaz de ser conseguido / adquirido. Y la tercera, ya dije que me parecía la peor. Porque aunque uno pudiera pensar que tiene el mismo sentido que la de la vendedora, en realidad no lo es. No es lo mismo preguntar si seguís en pareja o si seguís sola... aunque ese “seguís” de las dos no me gusta. Es como el “¿Seguís con la dieta / gimnasio?”. Ese seguís me suena mal.
Está bien que la otra persona quiera saber sobre vos, el problema empieza cuando respondes negativamente y al entrevistador se le transforma la cara como si estuviera viendo a un pedofilico o a su bisabuela en tetas o, peor aún, a Mirtha Legrand cagando y sin maquillaje.
Después de ese gesto de asco, viene la repregunta. Porque parece que de tan horrible (¿?), resulta hasta increíble que una no ande noviando. Y cuando finalmente creen en nuestro “no, estoy sola”, comienzan las preguntas más de pseudo psicólogo que intentan adivinar, descubrir qué extrañas razones se esconden atrás de eso. O las conjeturas de por qué “una chica como vos está sola”.
Seguramente les parecerá exagerado lo que digo y hasta pensarán que estoy a la defensiva con el tema. Por esto a las pruebas me remito y voy a citar una conversación de msn con una fulana (tampoco buchona , vio):

_Fulana: Y ¿Hay algo? ¿Algún muchacho?
_Yo: No, nada
_Fulana (seguramente con cara de asco): ¡¿Nadaaa???
_ Yo ( cara de ¿resignación?): no, nada
_Fulana: daleeee ¿nada?
_Yo: en serio, nada
_Fulana: Nada de nada?????????????
_Yo (con ganas de matar): Nada de nada
_Fulana (después de un rato): Y alguna muchacha?
_ Yo (¿reir o llorar?): Tampoco

Por la relación que tengo con esta persona, debe haber alguna razón más para tanto ensañamiento. Igualmente, no deja de ser una muestra de lo que provoca el no tener pareja para el otro.
Por esto, sugiero a los posibles interlocutores algunos otros temas de conversación que también sirven para saber de mi: fútbol, estado emocional, sueños, preocupaciones, manías, dudas...
Y ya que tienen tantas ganas y consideran que es vital una pareja en mi vida, por qué no proponen algo o consiguen candidatos... aunque recuerden que esto no es garantía de nada, porque sigo fiel a mi lema: “Mejor sola que mal acompañada”.

05 noviembre 2005

Preguntas

¿Por qué se destruye y no se construye?
¿Por que se aislan en vez de sumar?
¿Por qué se divide y no se une?
¿Por qué se reproduce lo que se critica?
¿Por qué no se ocupan los espacios?
¿Por qué creen que todo es lineal?
¿Por qué en vez de atraer, espantan?
¿Por qué deslegitiman la protesta?
¿Por qué no aprendemos de la historia?
¿Por qué se encierran en discursos y no se animan al diálogo?
¿Por qué le dan letra a la derecha?
¿Por qué caen también en el vedetismo de la politiquería?
¿Por qué se pelean entre banderas?
¿Por qué no participan de algunas cosas y si de otras que terminan siendo peores?
¿Por qué se les empañan los vidrios y no reconocen al verdadero enemigo?
¿Por que no hay grises?
¿Por qué las contradicciones terminan siendo las mas fuertes?
¿Por qué la violencia?

23 octubre 2005

Puaaaj! Otra vez!

Puaj! Salí con una sensación horrible. Una especie de náusea, mareo. Me sentí débil.
La puta que los re mil parió! Una elección más en las que no elijo lo que quiero. Una elección más en la que me tengo que conformar con poner la boleta de alguien a quien no conozco. Porque lo que conozco...puaj!
La campaña, que de política no tenía nada, sólo logró aumentar mi asco. Durante meses sentí vergüenza ajena y mucha impotencia. Entre los personajes, los spots, los actos y las gestiones: Bingo!. Si, bingo: sólo ganan unos pocos.
Desde hace mucho sabía a quienes no votar. Pero eran las 16:05 del domingo de elecciones y todavía no había me había decidido. Quería participar del acto, quiero y querré siempre. No me gustan las botas. Y sé que hasta el más garca es mejor que cualquier dictador. Aunque los primeros también torturan y matan. No con violencia directa, picana o submarino. Si con políticas de hambre, clientelísticas y corto placistas. Matan la democracia, que tanto nos costó. Matan el futuro de muchos y torturan a todos. Matan las ganas de participar. Perpetúan el “no te metas”. Ensucian una palabra tan bella como política. Nos hacen creer que este circo es democracia. Nos hacen confundir política con politiquería.
Y entonces sálvese quien pueda. Cada uno vota lo que le conviene (si tiene suerte). Por las cuotas, por el puesto prometido, por el plan. ¿Y la convicción? ¿Y el apostar por un proyecto de país?
Casi ni militantes quedan. Y a la mayoría de los que están esa palabra les queda muy grande. Sin ir más lejos las mesas de hoy (y de las últimas elecciones también) están llenas de mercenarios, como en el resto de los espacios. Todo tiene un precio.
Estaba en la cola. Mesa 5036 del colegio que está en la esquina de la casa de mis viejos. Fui con mi hermana y una amiga. Mi mamá era la presidente de mesa. Nos pusimos a hablar pavadas. Ninguna de las tres sabía a quien votar. Una le preguntaba a la otra como tratando de buscar ayuda. Nos entretuvimos chusmeando a la gente del barrio.
Se me vino a la cabeza una imagen de cuando era chiquita. Almorzábamos en la casa de mis abuelos. Después del asado todos a votar. Nosotras chochas de que nos dejaran entrar al cuarto oscuro. Ellos orgullosos de mostrarnos lo que habían ganado: voto, elecciones, democracia.
Mi turno. Entré al cuarto oscuro. Lo primero que vi fue la boleta del candidato que más odio. Un petiso fascista que invitaba a votar en “defensa propia”. Me dieron ganas de romperle las boletas. Me acorde que los otros también tienen derecho a elegir a quien quieran. Ese es el sentido. Revisé cada una de las boletas. Había dos mesas completas. Agarré una. No al azar, pero casi. Antes de leerla traté de memorizar el nombre del candidato. Metí el sobre en la urna. Que sea lo que Dios quiera. Saber que no va a ganar aliviana la culpa. Pero no calma la tristeza, la impotencia.

20 octubre 2005

La oficina se muda

Es jueves a las 14:35 hs. Desde hace unos meses esperamos que (no) llegue este día. Pero aquí está, aquí estamos. La oficina es un caos: cajas por todos lados, papeles y papeles que parecen multiplicarse, etiquetas identificatorias, cintas, carpetas, biblioratos... y mas papeles. A todo esto que ya nos da una idea de lo caótica que es la situación, hay que sumarle la neurosis colectiva, la histeria que provoca toda mudanza.
Si uno tuvo la experiencia de mudarse alguna vez en su vida, sabrá que las personas se vuelven particularmente insoportables en estos casos. Es como si en vez de mudarnos, estuviéramos avisados de que llega el fin del mundo y quisiéramos irnos con todo.
Y todo, es todo. Absolutamente todo. Hasta el mas insignificante papelito adquiere valor de cheque o boleto ganador del loto. Ese fibrón que ya no marca y no sirve mas que para ocupar lugar que no sobra, se convierte en El fibrón, en el elemento indispensable de cualquier trabajador. Uno se convierte en una especie de cartonero /artesano ( sin falta el respeto) que cree que todo puede servir para algo (nunca se sabe bien para qué). No importa si está roto, se arregla. Todo hay que mudar, hasta lo que uno tiro al tacho de basura, no vaya a ser cosa que hayamos tirado algo que podemos necesitar.
“¿Quién tiene cinta?”, “¿De quién es esa carpetaa?”, “ No te vayas a olvidar eso” . Frases que ocupan los primeros puestos del ranking “La oficina se muda”. Pero el problema no es qué es lo que se dice, sino cómo se dice. El tono de voz y la cara con la que se exclama cada una de estas frases de mudanza, es similar a la de alguien atrapado en un décimo piso de un edificio envuelto en llamas, gritando “Fuego! Socorro!”.
Si una mudanza familiar es una experiencia que vuelve loco a cualquiera, imagínense una laboral en la que cientos de personas intentan vanamente mantener la cordura.
Y el teléfono sigue sonando, y aunque estés con una pila de expedientes en la mano y la cinta en la otra, hay que atender. La música a todo volumen y la cinta crishh crihsss pegándose en la caja “¿Me pasas la tijera?”.
Obviamente no podía faltar el mate, testigo de todo. Mate que une, pero que también mancha y amenaza a las cajas y papeles maniáticamente embalados.
Y ley de Murphy: una vez que cerraste la caja y la llenaste de cinta por todos lados (no vaya a ser cosa que se abra), aparece algún documento perdido y te saca del “orden”.
En estos momentos es cuando uno ve las personalidades de cada uno exaltadas. El alcahuete se vuelve más alcahuete. La chusma aprovecha para juntar datos. El malhumorado no para de quejarse. El que siempre se raja, obviamente no está y hay que juntarle las cosas.
Esta es una de esas tardes locas que uno siempre va a recordar. De acá saldrán anécdotas, cargadas y alguna conversación “¿Te acordás...?”. Claro, siempre y cuando sobrevivamos.

06 octubre 2005

Hoy no es el mismo hoy

Hoy no es un día como ayer. Tampoco como mañana. Hay días que están condenados a vivir en nuestra memoria asociados a algo o alguien. Hay algunas fechas que socialmente compartimos y ahí el martirio o el festejo no es solitario. Día de los enamorados, de la primavera, de la madre, del padre, de ... Todos sabemos que para todos no es lo mismo, por infinidad de razones y /o circunstancias. Pero todos definimos de que lado estamos.
Hay otras que son nuestras, de nuestra historia. Intimas como el día de mi primera vez, que siempre recuerdo. Compartidas como “el día que nos conocimos”, “nos comprometimos”, “terminamos”.
Hoy me acuerdo de otros días como hoy en los que mi vida era otra. Lo esperaba y compartía. Era un día de festejo. Es un día de nostalgia.
Extraño los 6 de octubre de hace un par de años. Al menos ese día los problemas se obviaban, los miedos callaban y solo quedaba el amor en primer plano. El amor que siempre estuvo y creo que siempre va a estar. El amor no se termina. Se acaba la forma, no el contenido. Amor que ya no es pasión, sino cariño. Amor que antes se traducía en un beso interminable en el que buscábamos ser uno, hoy no es mas ( ni menos) que una sonrisa al recordar.

05 octubre 2005

Encasillados

Hay títulos y roles. Actitudes que los corresponden. Vivimos tratando de etiquetar relaciones y emociones. A veces, a la fuerza.
Y cuando sentimos que la clasificación impuesta no es la que identifica al sentimiento que nos une a ese algo, entramos en crisis. Nos sentimos incómodos, apretados, asfixiados. Comienza un juego de tensión entre lo que deseamos y debemos... clásico de rivales que rara vez pueden empatar.
Pero cuando jugamos a no poner títulos, a no encasillar, por más que ideológicamente creamos en eso, la incertidumbre nos gana. Intentamos iluminar el camino y encontramos medios títulos que hablan de no títulos. Lo alternativo conforma su identidad a partir de aquello a lo que se opone. Y en ese juego, es. Termina siendo no más que una manifestación rebelde que legitima lo establecido.

En el bar

Un lugar con nombre italiano, luces tenues amarillas y un centenar de botellas viejas y empolvadas en un estante cercano al techo. Las paredes están repletas de fotos antiguas, de retratos de gente en pose elegante, con vestidos largos, rodetes, bigotes negros y sombreros.
Viejas máquinas de coser hacen las veces de mesas.
Ella no deja de jugar con el pedal de esa maquina convertida en mesa. Mira a todos y a ninguno. Eligió una ensalada, una porción de arrollado y aunque le hubiera gustado acompañarlo con una cerveza fría, agarró una gaseosa de la heladera. No para de pensar, mientras dibuja círculos con el tenedor. Dejó el celular prendido sobre la mesa, justo al lado del plato. Quería que alguien la encuentre en medio de esa soledad acompañada por caras desconocidas, caras que llamaban su atención y la hacían perder en laberintos de pensamiento. Imaginaba sus historias, sus fracasos, sus sueños... trataba de entender sus miradas, sus sonrisas, sus gestos...
Un viejo lee el diario en la mesa de al lado, su mirada está fija en algún párrafo de esa sección de “Economía y Negocios”. A ella le llama la atención que sea justo esa la sección del diario que atrapa al hombre vestido con boina marrón y un sweater escote en V. Le pareció extraño que a esa edad no usara anteojos para leer y que en su mesa hubiera un montón de bandejas vacías y bolsas llenas de ropa en la silla. Le dio la impresión de que habría caminado mucho cargándolas. Lo imaginó pobre, viudo y solo, sintió lástima por él (¿o por ella misma?).
El viejo desentonaba con el lugar, lleno de gente joven que reía, charlaba y mandaba mensajes por celular. Nadie leía la sección económica del diario, por lo menos no ahí, por lo menos no esa noche. La música estaba alta. Las letras hablaban de injusticias y dolores, de soledades que desesperan por las noches...
En un rincón una pareja comía. El no dejaba de mirar a su compañera. Envidió el amor que expresaban los ojos de él. Hacía tiempo que no reconocía una señal de amor en la mirada de un hombre al hablarle. Se sintió más sola.
Estaba mal, mezcla de tristeza, bronca y desilusión. Quiso llorar. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero fue sólo una amenaza... No conseguía desahogarse, no sabía si era su orgullo o por esa maldita coraza que había construido a la fuerza (marca de malas experiencias).
Había llegado al bar buscando distracción, tal vez con la secreta esperanza de conocer a alguien. Sus problemas parecían peores sin la compañía de alguien que la amara y al que ella ame.
Ese jueves fue el peor día de esa semana, de ese mes, de ese tiempo en el que le costaba tanto encontrar placer. En su trabajo las injusticias eran cada vez más visibles, como en tantas otras dimensiones de la vida. No es que no le gustara trabajar, sino todo lo contrario. Para ella placer y trabajo podían constituir una dupla perfecta. Sin embargo desde que llegó a esa oficina, le parecían incompatibles.
Se sintió como un volcán que no dejaban erupcionar: tenía ganas de crear, de crecer, de compartir, de amar. Pero todo no dependía solo de ella, de sus ganas ¿qué podía hacer con todas esas ganas? La mayoría de los días podía desviarla y canalizar saliendo, paseando, comiendo algo rico, comprando alguna cosa, tomando mate con amigos... este jueves nada alcanzaba, nada satisfacía. Ir al bar hubiese sido una opción exitosa cualquier día, menos ese.
Sintió una vez más la humedad en sus ojos. Probó un bocado de arrollado. Comió lento, como jugando. Un nene dejó una estampilla sobre su mesa. Enseguida el mozo, rubio y alto, se acercó al él. No escuchó qué le dijo, pero por los gestos de ambos, sospechó que nada bueno. El hombre llevó al nene hasta la puerta: lo echó.
Se indignó. Otra vez la injusticia. Injusticia compleja: al nene vende estampitas para comer. Vivía conectada con la pobreza, con la marginación... era su trabajo pero también su preocupación. Pensó en el nene, en ella... quiso llorar, estallar.
Su celular sonó. Se sorprendió, mucho más cuando vio quién llamaba. Un fulano con el que alguna vez soñó. Pero que no fue más que un juego... no tan bueno para ella. Le habló como si nada pasara, como si ese sueño frustrado no le doliera todavía, como si este fuera uno de esos días en que irradia alegría. La enorgullecía pero a la vez lastimaba resolver esas situaciones con una postura de superada... como si nada le afectase. De chica había aprendido eso y lo mantenía. Cuando alguien le preguntaba algo buscando incomodarla ella contestaba con cierto aire de indiferencia, tal vez de ironía, nunca atacaba. No quería darles el gusto.
La noche avanzaba y muchos adelantaban el fin de semana. Cada vez más grupos de amigos y parejas se juntaban en el bar. En la mesa de al lado al viejo le temblaba el puso mientras agarraba el diario y las bolsas. Se acomodó la boina y se paró. Con un paso lento pero calculado el viejo se retiró.
Se quedó mirándolo... Había terminado su arrollado, después de muchas vueltas. Decidió que lo mejor que podía hacer era marcharse también. Apuró el último trago de gaseosa. Guardó el celular, se colgó la cartera y salió. Otra noche, otro día que pasaba...simplemente pasaba. Estaba sola y triste. Aunque abrigaba la esperanza, la ilusión, de estar mejor.

03 octubre 2005

Tardes de Oficina

Es miércoles a la tarde y estoy sentada en este sillón con rueditas de la oficina. Ese mismo sillón con el que de chica jugaba a girar y girar mientras soñaba con mi futuro: vestida elegantemente, pintada y profesional...como mamá. Pero hoy, no es tan divertido como antes, ni siquiera es como me lo imaginaba... Esta es una de esas tardes en la oficina en la que uno siente atravesar todos los estados emocionales, piensa y siente en forma contradictoria sobre la actividad, sus compañeros y uno mismo.
Muchas veces me pregunto qué hago aquí, cómo puedo revertirlo, enriquecerlo... porque no es lo que quiero. Y tal vez una idea aparece como una luz destellando en un cielo oscuro y me emociona la idea de poder hacer algo para transformarlo. En ese momento me siento creativa, me siento con energía, poderosa al estilo He-man... sin embargo todo ese entusiasmo y esa idea que aparece como revolucionaria se van tiñendo de cotidianeidad, y esa luz destellante en el cielo oscuro se va apagando.
“Los problemas estructurales se solucionan con decisiones estructurales”. Esa frase retumba en mi cabeza... me desanima y, a la vez, me consuela. Es cierto, hay cosas que no dependen de mi, ni siquiera de una idea brillante al menos en este firmamento de estrellas apagadas. Porque este sentimiento no es sólo mío, al menos es lo que observo. Mis compañeros, aquellos que llenan la oficina conmigo, no parecen muy alegres al llegar... es más, a medida que pasan las horas aquí adentro esas caras están más lejos aún de expresar alegría. Hay un momento en el que todo, todo empieza a molestar más: el teléfono, el aire acondicionado, el cigarrillo, las voces, el pipipi de la impresora, los bombos de alguna manifestación en la puerta del edificio, la sirena de una ambulancia corriendo por la 9 de Julio, el (mal) chiste de alguno, el darle permiso al otro...Y más hoy que es miércoles y el sábado aún parece lejano...
Las mañanas comienzan con un rutinario “buen día” que de tan rutinario resulta vacío y el día de bueno no tiene nada...o parece tener muy poco. Cada uno prende su computadora y empieza otro día, revisa los mails con la esperanza de encontrar algo distinto, sorpresivo... tal vez no mas ( ni menos) que el saludo de alguien lejano ( en el tiempo o en la distancia), tal vez una declaración, una tarjeta virtual, un algo que cambie el asunto. Enseguida se abre el messenger, ventana al mundo y a la distracción. Ahí están los de siempre, amigos o conocidos que a diario se conectan también desde sus trabajos queriendo escapar a la rutina. Pero incluso el escape es rutinario, y las charlas dan la impresión de ser las mismas cada día. Aunque no siempre, hay días o momentos de algunos días, mejor dicho, en los que dedos de alguno se apresuran a teclear... generalmente esa situación no es para sacar un trabajo atrasado (que no hay) sino para contestar, para apagar el titilar naranja en la pantalla de la computadora que da curiosidad, que llama, pero que, a la vez, delata que uno no está de lleno en el trabajo.
Preparar mate o compartir unas galletitas son las formas de sobrellevar el día. Y siempre las mismas caras, los mismos comentarios, los mismos chistes... una pollera más corta, un peinado nuevo o el maquillaje destacando los ojos pueden romper, al menos en apariencia, esa rutina. Todo se siente más en la oficina... incluso el calor y el frío.
Los viernes es distinto. Hay “caras de viernes”: mezcla de cansancio semanal y entusiasmo (mini) vacacional. De repente alguien enciende la música alta y rompe el pseudo silencio de la oficina. Si otro atina a quejarse éste replica y con ánimo dice “Hoy es viernes”...es viernes y todo vale. Lo que molesta tanto los otros días de la semana, este día se soporta con mejor cara, con mejor ánimo... Las despedidas no son con un pesado “hasta mañana”, sino con un “Buen fin de semana” acompañado infaltablemente por una sonrisa que se retira a paso ligero como no queriendo perder ni un solo segundo de ese descanso recién comenzado.
Los viernes terminan temprano y los lunes empiezan tarde. El ascensor pareciera tardar más en bajar los viernes y el despertador sonar antes los lunes. Lunes cargados de comentarios nostálgicos de un fin de semana que pudo ser rutinario o no, pero seguro mejor que las tardes de oficina.

01 octubre 2005

Me tenté, aqui estoy

Si, hay cosas que no cambian y otras que cuestan. Este espacio junta de esas dos. El famoso "culo veo, culo quiero", que desde chiquita incorporé, sigue funcionando (no siempre con culos). Leí la nota de Clarín sobre blogs, me interesó. Hace un tiempo dedico mis tiempos de naufragio a navegar por espacios ajenos. Entré a unos cuantos y me enganché. Yo también quiero!!
Cuesta algo que cualquiera de los que se come mi personaje de extrovertida no lo creería: animarme a escribir, abrirme, desnudarme...todo un desafío.
Pero no hay nada que me tiente tanto como un desafío ( no, ni el pastel de papas puede tanto...bah)
Así que por aqui estaré, estando... ¿Nos vemos?