11 mayo 2006

Piiiisssss


Estás paseando, bailando o cursando y de repente las ganas de hacer pis son más fuertes que las de vivir. No podés aguantar ni un segundo más, ni aunque aprietes las piernas. Rápidamente salís en busca del bendito baño de mujeres.
Para tu sorpresa (esta imagen tan conocida nos muestra que todavía tenemos capacidad de sorpresa) te encontrás con una cola que te aleja por lo menos un metro y medio de la puerta del baño. Te puteas por esperar hasta último momento para saciar ciertas necesidades. Puteas al resto del gremio por hacer más tortuoso el hecho de querer hacer pis en un baño que no es el propio.
Preguntas sin respuestas:¿ por qué para algo que hacemos no menos de cuatro veces por día no le agarramos la mano y tomamos velocidad? ¿Qué corno está haciendo en ese cubículo inmundo llamado box?¿ Estará viva? ¿No se le ocurrirá cagar no?
La cola avanza lentamente y ya sabes vida y obra de las que están adelante y atrás tuyo. Le sacaste el cuero a cada una de las que salió con cara de alivio. Y te arreglaste el pelo cuarenta veces mirándote en el espejo de la pared de enfrente.
Te prometés que no vas a esperar a querer dar la vida por un inodoro para decidir ir al baño, mientras planeás estrategias de toma de baño de hombres con tus nuevas amigas de la cola. Envidiás su anatomía y sus posibilidades de pis fácil. Ves que mientras vos seguis paradita en ese lugar, del de ellos ya entraron y salieron unos cuantos.
Las piernas juntitas y la cara de resignación. Avanzas despacito. Pero llegás. Le prometes a la de atrás ser una experta meona y que no vas a tardar tanto ... como las otras malditas perras, pensás.
Ahí estás. Primer imagen inodoro inmundo, a su derecha tarro de basura rebalsando de papel higiénico y toallitas usadas. La puerta no cierra. Y el piquito para colgar la cartera ya no está ( si es que alguna vez hubo). Así que con una mano agarras la puerta, te colgás la cartera en la boca, con la mano que te queda te bajás el pantalón. Te agachas sin apoyarte porque anda saber qué bichos te pescas. Y en esa posición divina, envidiada por cualquier yoguista, meditás porque justo que estás ahi no podés. Te inspirás con las declaraciones de amor, puteadas y frases celebres (¿?) de la puerta...no hay caso. ¡¡¡Hasta que por fin el chorrito!!!
Alivio. Aún con la cartera en la boca, te vestís. Salís con cara de ganadora y misión cumplida.