Damas escatológicas
Los temas de conversación femeninos son un misterio para el hombre. Más de uno desearía ser mosca y poder escuchar esas confesiones de mujeres no condicionadas por la presencia masculina.
En sus fantasías, seguramente imaginan charlas cargadas de detalles sobre lo que nos gusta de ellos, nuestros más íntimos deseos y las más jugosas u olvidables experiencias sexuales... y están acertados. Entre amigas solemos compartir lo que nos gusta y lo que no, lo que nos tienta y lo que nos espanta.
Sin embargo, hay un tema que es predominante entre féminas. Y, aunque las publicidades allanaron el camino y lo instalaron, muy pocas se animan a compartirlo espontánea y naturalmente con el sexo opuesto. La frecuencia de visitas al baño es un clásico. Cagaste o no cagaste? Esa es la cuestión.
En los viajes es típico porque acostumbrarse al inodoro ajeno es tarea difícil y muchas no quieren ir al baño de Carlitos (como en la tele). Entre excursión y excursión la pregunta clave de las damas es “¿Yyy?”. La preocupación por si la compañera de gremio despidió a sus parientes del interior, es aún más crucial que la de si el flaco que le gusta la llamó o no (y sabemos que eso es casi de vida o muerte en muchos casos). Ahí es donde la charla se convierte en un debate en la que los consejos heredados de la cultura popular (como los masajes, las frutas o la leche) se enfrentan con los pronunciados por las fanáticas del avance de la ciencia, tanto en la elaboración de medicamentos específicos como de chicles y yogures milagrosos.
La cara de angustia de esa mujer que confiesa “a veces iba, a veces no” y parece exagerada en la publicidad, en realidad no lo es. “El tránsito lento” como domingo a la tardecita por Panamericana, es un mal que aqueja a muchas y tema que se comparte cual grupo de autoayuda.
Claro que no con términos tan técnicos como los que aluden al tránsito. Y en la intimidad de la charla hay dos extremos para referirse al tema: las más tímidas que no lo nombran (como si fuera un sacrilegio) y simplemente lo dan a entender; y las que directamente encuentran metáforas de violaciones, por ejemplo, dignas de cacho el camionero (sin ofender).
En sus fantasías, seguramente imaginan charlas cargadas de detalles sobre lo que nos gusta de ellos, nuestros más íntimos deseos y las más jugosas u olvidables experiencias sexuales... y están acertados. Entre amigas solemos compartir lo que nos gusta y lo que no, lo que nos tienta y lo que nos espanta.
Sin embargo, hay un tema que es predominante entre féminas. Y, aunque las publicidades allanaron el camino y lo instalaron, muy pocas se animan a compartirlo espontánea y naturalmente con el sexo opuesto. La frecuencia de visitas al baño es un clásico. Cagaste o no cagaste? Esa es la cuestión.
En los viajes es típico porque acostumbrarse al inodoro ajeno es tarea difícil y muchas no quieren ir al baño de Carlitos (como en la tele). Entre excursión y excursión la pregunta clave de las damas es “¿Yyy?”. La preocupación por si la compañera de gremio despidió a sus parientes del interior, es aún más crucial que la de si el flaco que le gusta la llamó o no (y sabemos que eso es casi de vida o muerte en muchos casos). Ahí es donde la charla se convierte en un debate en la que los consejos heredados de la cultura popular (como los masajes, las frutas o la leche) se enfrentan con los pronunciados por las fanáticas del avance de la ciencia, tanto en la elaboración de medicamentos específicos como de chicles y yogures milagrosos.
La cara de angustia de esa mujer que confiesa “a veces iba, a veces no” y parece exagerada en la publicidad, en realidad no lo es. “El tránsito lento” como domingo a la tardecita por Panamericana, es un mal que aqueja a muchas y tema que se comparte cual grupo de autoayuda.
Claro que no con términos tan técnicos como los que aluden al tránsito. Y en la intimidad de la charla hay dos extremos para referirse al tema: las más tímidas que no lo nombran (como si fuera un sacrilegio) y simplemente lo dan a entender; y las que directamente encuentran metáforas de violaciones, por ejemplo, dignas de cacho el camionero (sin ofender).