Volvió una noche, no lo esperaba
Un día lo que habíamos empezado hacía un mes, se terminó. Y me dolió mucho. No sólo por la forma, sino porque en ese mes me di cuenta de lo que esperaba de alguien que estuviera a mi lado. Descubrí lo grande de los gestos simples y redescubrí lo lindo de compartir mis cosas con otro. Me deje cuidar y mimar.
Todas las personas que se cruzan en nuestro camino aparecen por algo, nos enseñan, nos marcan. El no fue la excepción. Me ayudó a orientar mi búsqueda y afilar mis criterios de selección.
Unos cuantos meses después, me encontré con sus amigos en ese mismo bar donde nos habíamos conocido. Se sentaron en mi mesa. Me dijeron que justo él no había querido ir. Uno de ellos le mando un mensaje de texto avisándole que estaba yo. Después, dijo que no creía que fuera a venir porque ya estaba durmiendo , eran las 2 am de un miércoles.
Para sorpresa de todos al rato cayó en el bar. Vestía una camisa, el pelo impecable y una cara de dormido que daba ternura. Me conmovió su gesto, su aparición. Quise disimularlo, pero no fue por mucho tiempo.
De ahí nos fuimos todos a mi departamento, éramos ocho. El se sentó en mi puf. Charlábamos de la vida. Nos reímos mucho. Fue divertido. Algunos empezaron a irse, quedamos cuatro (que casualidad dos parejitas). Su amigo dijo ¨y ustedes para cuando un beso¨. Lo ignoré. Pero la charla con el muchacho se fue haciendo mas íntima. Le pregunté porque había terminado todo de ese modo… no dijo nada. Le pregunté por qué estaba ahí ¨porque me gustas¨, dijo.
Nos dimos un beso y otros más. Nos abrazamos. Y así nos dormimos, mitad en el puf, mitad en el piso. Despertarme y verlo me sacudió. Se despertó y me abrazo, como aquella primera vez que dormimos juntos.
Esas dos semanas salimos un par de veces, siempre con sus amigos y los míos. Y cada noche terminaba con nosotros vestidos durmiendo en el puf. También, vino a mi cumpleaños y me encantó. Se sentó ceca mió y estuvo pendiente de cada uno de mis gestos. Y yo de los de él. Fue un lindo reencuentro. Nos reíamos juntos y delante de todos nos hacíamos un mimo o él sacaba una anécdota de nuestro corto pero lindo pasado.
Un sábado a la tarde nos despedimos con un ¨hablamos¨. Un lunes quise materializar esa promesa. Sin esperar un gesto de él, lo llamé. Ensayé mil veces que le diría, diferentes propuestas y tonos de voz. Marqué su teléfono. Me atendió raro. Todo lo que había ensayado no sirvió de nada:
_Donde estas
_En lo de mi novia
Todas las personas que se cruzan en nuestro camino aparecen por algo, nos enseñan, nos marcan. El no fue la excepción. Me ayudó a orientar mi búsqueda y afilar mis criterios de selección.
Unos cuantos meses después, me encontré con sus amigos en ese mismo bar donde nos habíamos conocido. Se sentaron en mi mesa. Me dijeron que justo él no había querido ir. Uno de ellos le mando un mensaje de texto avisándole que estaba yo. Después, dijo que no creía que fuera a venir porque ya estaba durmiendo , eran las 2 am de un miércoles.
Para sorpresa de todos al rato cayó en el bar. Vestía una camisa, el pelo impecable y una cara de dormido que daba ternura. Me conmovió su gesto, su aparición. Quise disimularlo, pero no fue por mucho tiempo.
De ahí nos fuimos todos a mi departamento, éramos ocho. El se sentó en mi puf. Charlábamos de la vida. Nos reímos mucho. Fue divertido. Algunos empezaron a irse, quedamos cuatro (que casualidad dos parejitas). Su amigo dijo ¨y ustedes para cuando un beso¨. Lo ignoré. Pero la charla con el muchacho se fue haciendo mas íntima. Le pregunté porque había terminado todo de ese modo… no dijo nada. Le pregunté por qué estaba ahí ¨porque me gustas¨, dijo.
Nos dimos un beso y otros más. Nos abrazamos. Y así nos dormimos, mitad en el puf, mitad en el piso. Despertarme y verlo me sacudió. Se despertó y me abrazo, como aquella primera vez que dormimos juntos.
Esas dos semanas salimos un par de veces, siempre con sus amigos y los míos. Y cada noche terminaba con nosotros vestidos durmiendo en el puf. También, vino a mi cumpleaños y me encantó. Se sentó ceca mió y estuvo pendiente de cada uno de mis gestos. Y yo de los de él. Fue un lindo reencuentro. Nos reíamos juntos y delante de todos nos hacíamos un mimo o él sacaba una anécdota de nuestro corto pero lindo pasado.
Un sábado a la tarde nos despedimos con un ¨hablamos¨. Un lunes quise materializar esa promesa. Sin esperar un gesto de él, lo llamé. Ensayé mil veces que le diría, diferentes propuestas y tonos de voz. Marqué su teléfono. Me atendió raro. Todo lo que había ensayado no sirvió de nada:
_Donde estas
_En lo de mi novia